El aumento de la contaminación en mares y océanos, que contribuye a debilitar las defensas de los seres vivos que los habitan, representa en la actualidad uno de los mayores peligros de la acción humana para los cetáceos, al volverlos más vulnerables ante las enfermedades.
El aumento de la contaminación en mares y océanos, que contribuye a debilitar las defensas de los seres vivos que los habitan, representa en la actualidad uno de los mayores peligros de la acción humana para los cetáceos, al volverlos más vulnerables ante las enfermedades.
Prueba de ello son los diferentes niveles de resistencia ante un mismo virus que se han detectado en calderones y delfines según vivan en aguas de Canarias o del mar Mediterráneo, donde estos animales llegan a fallecer por una enfermedad que ataca también a sus congéneres en el archipiélago, pero sin resultados mortales, como han acreditado investigaciones de científicos canarios.
Esos trabajos refuerzan la tesis, "cada vez más clara", de que hay enfermedades que se contagian en mayor medida y agravan sus efectos "cuando hay un deterioro del individuo también mediado por la contaminación, y ese es el caso más claro del Mediterráneo", explica a Efe el catedrático de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Ulpgc), Antonio Fernández.
Director del Instituto Universitario de Sanidad Animal de la Ulpgc, referencia internacional del estudio de cetáceos a raíz de una investigación de una muerte masiva de zifios en Fuerteventura durante unas maniobras militares de 2004 que derivó en la imposición de restricciones en el uso del sonar en los barcos de guerra, Fernández insiste en cómo el Mediterráneo ejemplifica esa tendencia.
De hecho, se ha comprobado que "en el Mediterráneo hay muchas más enfermedades y, además, causan mucha más mortalidad" que en otras aguas, algo que se debe -argumenta- a que aquel "es un mar cerrado y que soporta una presión de actividad humana tremenda".
Eso determina un empeoramiento de las condiciones de salubridad del entorno que contribuye a esa "mortalidad alta en el Mediterráneo".
Antonio Fernández subraya que eso demuestra que en Canarias "el medio es sano o, por lo menos, suficientemente sano para no inmunodeprimirlos o no ponerlos en una situación de salud pésima", al contrario de lo que ocurre en las aguas mediterráneas por "el impacto de la contaminación".
Respecto a la situación en la última década en Canarias, el también profesor de la Facultad de Veterinaria de la Ulpgc explica que, tras el conocido episodio de muerte de más de una decena de zifios en aguas de Fuerteventura en 2004, que implicó la prohibición de usar el sonar salvo en casos estrictamente precisos en Europa y España, "no hay picos significativos de mortalidad".
Así, en las costas del archipiélago, considerado uno de los sitios más privilegiados del mundo para avistar cetáceos porque en sus aguas nadan unas treinta especies, "la cifra de varamientos se mantiene constante en unos 50 o 60 anuales", sin que se haya tenido "ningún caso de mortalidad inusual en los últimos años", detalla.
Pese a ello, "la amenaza de la contaminación va creciendo", advierte este investigador, que precisa que "el tema de los plásticos, por ejemplo, es algo que ahora mismo está muy presente en el mar, porque, directa o indirectamente, están causando muchos problemas".
"Y más para estos animales, que tienen la costumbre de cogerlos y hasta comerlos", agrega.
Fernández recuerda que lo cierto es que, para los seres vivos del mar, "la actividad humana, en cualquier caso, es un problema", y que ejemplos de ello son los vertidos contaminantes o el tráfico marítimo, si bien opina que todo "se puede regular, intentando mantener unos equilibrios en el desarrollo".
No obstante, matiza que, sobre todo, no hay que hacer leyes nuevas sino aplicar las que hay: "A nivel medioambiental, en Europa, en España y, consecuentemente, también en Canarias existe mucha normativa medioambiental, lo que pasa es que se tiene que cumplir".
Autor: César Marrero
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